Si quisiera… pero no quiero



¿Quién necesita un marido? Ellas se definen como innovadoras e independientes. No le rinden cuentas a nadie. Mujeres entre los 30 y 40 años de edad, de tacones altos, autosuficientes, con buenos trabajos y sueldos,  decididas a triunfar y solteras.
“Sí me gustaría tener una pareja, pero tampoco es mi prioridad”, me comenta Sylvia, con maestría en mercadotecnia y gerente de marca de una empresa trasnacional, quien ve su soltería como una ventaja para ser promovida a un puesto superior, quizás en otro país, dentro de la misma compañía.  “Mi prioridad es mi carrera.”
El estigma social de la solterona de antaño, se desvanece por completo. Hoy a nadie extraña verlas completamente realizadas en su trabajo y sin planes de formalizar una  relación.
“¿Para qué permanecer toda la vida con una sola persona? Si me entendiera con alguien como para lograr armonía, amor, cercanía, quizá. Pero eso no ocurre”, dice Diana –física, con especialidad en astronomía- quien, a sus 35 años, prefiere vivir sola. “Las parejas que he tenido me quieren controlar, mandar. Y no me gusta.”
Las nuevas solteras deciden. Como Diana, rechazan compartir una vida en matrimonio y entrega, como lo hacían su mamá y sus abuelas hace apenas una o dos generaciones. Lejos de sentir remordimiento por su elección, se sienten orgullosas de ello. Apuestan al momento, gozan de la vida a sus anchas.
Otras tantas están en un “rebote” de si quisiera… pero no quiero… me convendría… pero no me conviene… me gusta… pero me disgusta… sí quiero… pero no quiero.
El concepto de familia ha cambiado. Los papeles se confunden, se intercambian, se traslapan. Los acuerdos se negocian. La vida en pareja se pone entre paréntesis. Se condiciona. El tener hijos se pospone. Ellas deciden estar solas.
“Lo he pensado y no quiero casarme. No quiero que vivamos juntos. Quiero disfrutar mis espacios, mi soledad y trabajar a mi modo y en mis horarios”, me comenta Claudia, que recientemente “volvió” con un novio con quien duró ocho años. Y ahora es ella quien le plantea a él una relación no convencional.  “Y sí lo quiero ver… pero cuando ambos queramos. De ninguna manera necesito que esté conmigo. Yo soy fuerte. Y lo que deseo es que nos acompañemos. Sí. Eso es lo que yo quiero. Paco dice que sí está de acuerdo.”
“¿Para qué?”, dice Ixtle, que atiende una cafetería. “Yo soy independiente a mis 24 años. No necesito a nadie…. Claro, si conociera a alguien con quien pudiera entenderme, que no quisiera mandarme, ni convertirme en una muñequita obediente, ni exigiera que lo atienda… quizá sí. Pero eso no existe”, y sirve, apresurada, el siguiente capuchino.
Es un hecho que el número de mujeres que desea llegar al altar… o por lo menos al registro civil, parece disminuir. Y, mientras esto sucede, el número de mujeres que trabaja y es independiente, aumenta.
Y los hombres, ¿qué opinan?
“Y los hombres jóvenes, en cuanto sienten el rigor del matrimonio, con el compromiso que conlleva, pretextan juventud excesiva, incluso a los ¡45 años!”, me comenta Araceli, ejecutiva de cuenta en un importante banco.
“A mí me gusta sentir que yo soy el que protege, el que provee, porque eso es lo que viví y aprendí desde chico. Me cuesta trabajo salir con una de esas mujeres exageradamente autosuficientes. Siento como si estuviera con otro hombre,  y lo que yo busco es una mujer”, me comenta Francisco  al respecto.
Sólo el tiempo les podrá confirmar, tanto a los hombres como a las mujeres que hoy se resisten a comprometerse en una relación, si su decisión fue buena o mala.



Virginia E. Pérez Romero

Mi vida es un desma y bloggearla es mi hobby, mi profesión me une a la tecnología... y tú, formas parte de mi experimento en el mundo del Social Media.

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